30 marzo, 2006

Responsablemente de moda

De nuevo escribo sobre modas. Pero esta vez no voy a referirme a largos de faldas, estilos a la cadera o accesorios. Mi foco cae esta vez sobre una expresión que he escuchado mucho en los últimos días: “está de moda la Responsabilidad Social Empresarial”. Así, tal cual. Lo peor es que lo dicen personas que se supone trabajan con este concepto en mente, quienes desde el mundo de las comunicaciones y el marketing se están ocupando de dar fuerza y visibilidad a un modelo de gestión que enfatiza la ética y las buenas prácticas en las empresas para asegurarles cierta sustentabilidad. Porque el mundo cambia, sabemos. Y ya no hay nada garantizado.

Esto de que se diga que la RSE está “in” es casi equivalente a señalar que una compañía debe ser buena empleadora para aparecer en la selección de empresas encuestadas en “Great Place to Work”. Prácticamente lo mismo que afirmar que hay que alimentar y cuidar a los hijos para ser nominados en la lista de “Mejores madres y padres” o llamar, visitar y ocuparse de nuestros padres ancianos para ser considerados candidatos a la de “Mejores hijos del Año”.

Uffffff ¿Desde cuándo hacer lo que se debe pasó a ser una moda?

08 marzo, 2006

La moda sí incomoda



Que el vestuario y los accesorios son formas de expresión humana, no cabe duda. A través de lo que nos ponemos o cómo nos arreglamos, las personas mandamos mensajes de nuestros gustos y preferencias. También de nuestro origen, historia y cultura. Muchas veces seguimos las tendencias que nos impone la publicidad o la muy homgénea oferta disponible en las tiendas. Nos vestimos a la moda para no parecer “fuera de tono” o anticuados, aunque años después nos arrepintamos... (¿calcetines con vuelitos?,¿botas blancas?, ¿chasquillas levantadas?). Total, la “moda no incomoda” , señala el dicho.

Sin embargo, no logro dar con una explicación razonable respecto a determinadas modas de vestuario que se imponen por sobre la anatomía natural o la seguridad misma del cuerpo humano. Aunque siempre hay un ideal de belleza de por medio, dicen. Eso es lo que llevó a las culturas precolombinas a deformar los cráneos de los bebés con tablillas de madera, hasta convertirlos en jóvenes y adultos de cabezas alargadas y planas. Y a cientos de miles de madres chinas, entre los siglos X y XX, a torturar a sus hijas, vendándoles los pies desde los 4 o 5 años hasta quebrar los dedos más chicos e incrustarlos bajo las plantas. Todo para que las extremidades de las doncellas terminaran en los llamados “pies de loto” y ellas pudieran calzar hermosos zapatitos bordados. Todo para que sus futuros maridos disfrutaran de sus caminar cimbreante a fuerza de tortura, y del extraño y erótico olor que emanaba de las vendas podridas.

Afortunadamente, esa práctica ya se extinguió y hoy en día deben existir unas pocas ancianas centenarias de pies pequeños a la fuerza. En otra parte de Asia, en la frontera de Tailandia con Myanmar queda aún otro vestigio de deformidad por moda. Son las “cuello de jirafa”, un centenar de mujeres pertenecientes al grupo de los karen, que poseen una peculiaridad que las distingue del resto de las etnias de este grupo: sus cuellos son alargados con anillos hasta dos o tres veces su longitud normal.

Hay diversas teorías del origen de esta costumbre: que es una protección contra los ataques de los tigres, que habitualmente matan mordiendo la garganta de sus presas. O que los anillos en el cuello es un símbolo de poder y riqueza. Sea seguridad u ostentación, lo cierto es que la tortura también se empezaba a aplicar a temprana edad y, quitar los collares después de muchos años de uso implicaba que la persona quedaba inválida por el daño que producía en su esqueleto.

En las llamadas “tribus urbanas” del mundo occidental hoy vemos agujeros gigantes en las orejas (extensiones), piercings sobre las cejas, en la lengua, en cualquier parte del cuerpo. Punks, trashers, pero también jóvenes comunes y corrientes. Todos quieren perforar parte de sí para expresarse o estar a la moda. La temperatura ambiente puede estar a 30° C, pero los góticos siguen lánguidos bajo sus trajes de terciopelo negro con tules, sus abrigos largos, las gruesas botas de cuero y el pesado maquillaje sobre sus ojos.

Acerca de todo ello logro asimilar las explicaciones raciales, sexuales, culturales, hasta estéticas.

Lo único que representa un misterio para mí es la razón por la cual una gran cantidad de adolescentes y jóvenes chilenos no visten, sino que afirman sus pantalones de alguna forma, por debajo de las nalgas. Una referencia a la holgura predominante se puede buscar en el hip-hop del Bronx neoyorquino, toda una subcultura musical y social que nace de los cimientos de la cultura afro-americana y que se extiende por el mundo gracias al baile breakdancing y a grupos como Public Enemy. Adidas y Nike hicieron lo suyo, y establecieron lo que era "anti-establishment" Qué importa que el uso de tallas XXL y originalmente prescindir de cinturones y cordones fuera casi un homenaje a los presidiarios estadounidenses, ya que en muchas cárceles se les suministran uniformes holgados para no depender de la talla de cada preso, y se les prohiben los complementos que se puedan utilizar como arma o cuerda para ahorcarse.

Hace poco mostraban un reportaje estacional de regreso a claes en la TV, en el cual varios fabricantes de uniformes escolares comentaban que adolescentes chilenos de 70 kilos de peso obligaban a sus padres a comprarles pantalones talla 56. De raperos poco tenían, ciertamente. ¿Mostrar el boxer de cuadrillé será su motivación? El resultado es que el tiro anda por las rodillas y la basta recoge toda la tierra y la mugre posible. Caminan a pasos cortos, como si estuvieran eternamente cansados (¿o cagados?). Correr no pueden. Pero, para qué. Total, esta moda no les incomoda.

07 marzo, 2006

Los retos de Lagos


Le quedan pocos días al Presidente Lagos para dejar La Moneda. Y se va con una aprobación ciudadana que ya quisieran otros mandatarios latinoamericanos y europeos, porque para qué nombrar uno de Norteamérica. Lo curioso es que justo en estos días lo hemos visto retar a pobladores que, en medio de los últimos actos oficiales, lo han increpado por falta de atención a sus problemas. La reacción de Lagos ha sido la esperable entre quienes lo conocen: un reto bien dado, casi una palmada en el poto por insolentes.

Es que Lagos es un papá autoritario, de esos que exigen el respeto de antaño, a los mayores, a las instituciones. Pero, a diferencia de los tantos que hubo de ese estilo y que simplemente se quedaron en las forma sin ser verdaderos padres, él es preocupado, de los que escuchan, de los que les importa lo que pasa. Hay tantas familias donde el concepto de no coartar la libertad de los hijos se ha revertido, finalmente convirtiendo a muchos miembros de las nuevas generaciones en seres caprichosos y sin respeto a sus progenitores, que por eso respaldo a Lagos en su estilo gruñón cuando el caso lo amerita.

Cuando los de la oposición necesitamos una inyección de valentía, ahí estuvo Lagos con un dedo que supo apuntar a Pinochet en la cara. Pero no se quedó sólo en eso. Supo también liderar a una parte importante de la Izquierda y darle al país sentido de futuro, más allá de la necesaria reconstrucción de confianzas que se inició con Aywin y continuó con Frei. Eugenio Tironi dice hoy en su columna de El Mercurio que el valor profundo de Lagos, más allá de la infraestructura y de los tratados de libre comercio, está en “la inyección de autorrespeto, libertad y dignidad que introdujo en la sociedad chilena”.

Antes de terminar el verano, con mi familia hicimos un recorrido al Centro Cultural del Palacio de La Moneda y a la Biblioteca de Santiago, en Matucana. Y con el “temible profesor” – que a veces es tan gruñón como Lagos – sentimos precisamente lo que dice Eugenio. Que nuestros hijos están creciendo en un país libre, donde predomina el respeto y ya se valora y disfruta la cultura.