27 octubre, 2005

Palabras, palabras

Los periodistas tenemos una responsabilidad enorme con las palabras. Porque se supone que “sabemos” qué vocablo es el más apropiado para expresar un significado, la gente nos cree cuando usamos un determinado término en radio o televisión, y más aún si lo escribimos. Con esto quiero decir que somos co-responsables, junto con los profesores de Lenguaje, de la formación y deformación de nuestro idioma.

Por ejemplo, somos culpables de que ya casi nadie diga que las cosas se “reciben”. Porque las cosas ahora se “recepcionan”. No importa que el corrector automático de ortografía lo corrija en el computador, la palabra sale igual impresa en letras de molde.

Los candidatos a cualquier cargo – presidente, senador o diputado – ya no resultan “elegidos”. Son rápidamente “electos”. Palabra que, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, corresponde a “persona elegida o nombrada para una dignidad, empleo, etc., mientras no toma posesión”. O sea que Michelle debería decir: “Si resulto elegida Presidenta de Chile...”, lo cual para mi gusto suena bastante mejor que ser “electa”.

Otro ejemplo hecho en Chile es la conjugación del verbo "influir". ¿Se han fijado que en nuestro país esa acción sólo existe en infinitivo? Después, todo es "influenciado". No hay "influyentes", sino "influenciadores", y nunca se "influye", sino que se "influencia". Algo así como el coloquial "olorosar", en ver de "oler".

Un clásico proveniente de la jerga policial es la expresión “darse a la fuga”. Como este hay varios provenientes del alambicado lenguaje con que se expresan los oficiales de las Fuerzas del Orden. Pero de ahí que en las crónicas policiales nadie simplemente “se fugue” sino que todos los delincuentes “se den a la fuga” es realmente rebuscado.

Hay algunas expresiones a las cuales uno les va descubriendo la verdadera cara cuando otro hispanohablante te abre los ojos. Me ocurrió con la expresión “seguidilla”. Yo, como muchos otros colegas”, la usaba para referirme a una cadena de acontecimientos. “Seguidilla de robos”, “seguidilla de fracasos”, etcétera. Un periodista español estuvo como una hora riendo cuando vio un texto mío en que la incluía la palabra aquella. Es cierto que se puede entender como una sucesión de hechos, pero su acepción coloquial es simplemente “diarrea”.